¿Recuerdas que querías ser de grande? Muchos niños sueñan con ser doctores, estrellas de rock, policías o bailarinas de ballet. Pero no yo. Desde muy pequeña, yo tenía una idea bastante particular de lo que quería para mi futuro. Mi sueño era convertirme en un biólogo marino, como esos que veía en los documentales, y estudiar nuestros océanos y sus increíbles especies. Sí, era una niña un tanto… inusual.
Adelantémonos casi 20 años y, por azares de la vida, ahora soy una escritora, pero mi amor por el mar nunca se extinguió. Y aunque en el pasado he tenido la oportunidad de visitar varios acuarios, practicar snorkel y (aunque me avergüence admitirlo) presenciar espectáculos en SeaWorld, nada se compara a la mágica experiencia que recientemente viví con Animal Ocean.
Era un día soleado y perfecto cuando Ash (una amiga de Rhino Africa) y yo llegamos al puerto de Hout Bay. Ubicado a una media hora del centro de la ciudad, es ahí donde Animal Ocean —los expertos en interacciones con lobos marinos en Ciudad del Cabo— opera.
En el puerto conocimos a Nathan, nuestro guía, y el resto del entusiasta equipo de Animal Ocean, quienes ya nos esperaban con nuestros trajes de snorkel listos. Las aguas frente a la costa de Ciudad del Cabo son notoriamente frías y solo los más valientes (o tontos) se atreverían a nadar en ellas sin al menos cinco milímetros de neopreno como protección.
Tras unos cuanto minutos de batallar con el traje (casi como intentar ponerse skinny jeans una talla demasiado chicos) y una corta plática informativa y sobre medidas de seguridad era hora de zarpar con destino a la isla Duiker —hogar de entre 5 000 y 8 000 lobos marinos, muchos de ellos cachorros nacidos hace unos cuantos meses—.
Dicen que “Cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta” y algo muy similar sucede en esta isla, la cual, resulta, es un auténtico paraíso para los lobos marinos y todo el que quiera vivir un encuentro cercano con ellos. A diferencia de otras colonias más numerosas de esta especie en la costa sudafricana, la de la isla Duiker no tiene que preocuparse por el rey de la jungla submarina: el gran tiburón blanco. Una densa barrera de alga, las bajas temperaturas del agua y una población relativamente reducida de potenciales bocadillos mantiene a este depredador lejos. Siempre he sido fan de Shark Week en el canal de Discovery, pero debo admitir que estas fueron buenas noticias.
En menos de lo que pensábamos, la isla apareció en nuestro campo de visión en todo su caótico esplendor. En las rocas, los adultos trabajaban en su bronceado, peleaban por territorio y, en general, parecían completamente desinteresados en nuestra presencia. En el agua, en cambio, los más jóvenes parecían ansiosos de lucirse para nosotros: surfeando las olas, saltando del agua como torpedos y saludándonos con sus aletas traseras.
Lo mejor, sin embargo, estaba aún por llegar. Con mi visor bien puesto y un panzazo en el agua, me sumergí en su mundo. Debajo de la superficie, estas criaturas eran incluso más agiles y juguetonas. Las primeras tres ocasiones no pude evitar dar un ahogado grito de sorpresa cuando alguna de ellas se aproximó hacia mí a toda velocidad con el hocico abierto, solo para virar súbitamente en la otra dirección justo antes de que chocáramos. Igual de inesperado fue sentir un gentil tirón en una de mis aletas y descubrir a un particularmente curioso cachorro de lobo marino tratando de averiguar a mordiscos qué rayos era yo.
Eventualmente me acostumbré a este nivel de cercanía y, dejando que mi niña interior se apoderará de mí, me uní a sus juegos. Cuando me ladraban, yo ladraba de vuelta. Si una ola se abalanzaba hacia mí, en vez de sumergirme para evitarla, intentaba surfearla al lado de decenas de ellos. Quizá haya sido mi imaginación pero podría jurar que incluso hubo un momento en el que uno de los cachorros de lobo marino y yo jugamos a la pelota con un trozo de alga.
Ni siquiera en mis sueños más descabellados me hubiera podido imaginar esta clase de interacción y lo mejor de todo fue saber que fue un encuentro cien por ciento natural. “Nosotros no entrenamos, cebamos o tratamos de atraer a los lobos marinos. Nuestro objetivo es mantener una experiencia natural, para ellos y para nosotros”, nos explicó Nathan. De acuerdo a él, en los siete años que Animal Ocean lleva operando, jamás han visto un cambio en el comportamiento de estos animales.
Con tantas distracciones a mi alrededor eran difícil mantener la cuenta, pero ya llevábamos casi 45 minutos en el agua y, junto con mi noción del tiempo, me di cuenta que también había perdido la sensación en mis extremidades. Considerando que la temperatura del agua esa tarde era de nueve grados centígrados, me sorprendió lo mucho que habíamos durado. Uno a uno, el resto comenzó a nadar de vuelta a la lancha y aunque no quería que terminara, eventualmente el frío me obligó a hacer lo mismo.
En la lancha nos esperaba un cubetazo de agua tibia, el cual me regresó la sensación al cuerpo, así como galletas y chocolate caliente, los cuales consumí en silencio, aún absorta en lo que fue una de las experiencias más especiales que he vivido hasta hoy y un sueño de la infancia hecho realidad.
Si planeas visitar Ciudad del Cabo y a ti también te gustaría nadar con lobos marinos en su hábitat natural, contacta a Animal Ocean en la dirección info@sealsnorkeling.com. O visita su página web para obtener más información sobre sus precios y fechas disponibles.
Muchísimas gracias a Nathan y a todo el equipo de Animal Ocean por hacer posible este blog.
Imagen principal de Animal Ocean
Looks amazing!
Truly recommend it 🙂
Super
¡Gracias, Arlina!
Makes me want to be there!
Saludos de México!
Tienes que visitar Sudáfrica algún día <3
Swag.