Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se registran más de 200 millones de casos de malaria. 430.000 personas mueren anualmente como consecuencia de ella. Esta enfermedad se desarrolla sobre todo en zonas empobrecidas y con falta de recursos, siendo un grave problema en países de regiones como África, Sudamérica o el sudeste asiático.
Hace unos años, Beatriz Galatas (Madrid, 1990) y un grupo de investigadores liderados por Pedro Alonso (Director del Programa Mundial de Malaria de la OMS) decidieron que no bastaba con curar y controlar la malaria: había que erradicarla. Con esta idea, Beatriz ha pasado los últimos cuatro años estudiando la malaria y luchando por su eliminación en Mozambique, uno de los países más afectados por esta enfermedad.
Rhino Africa: Estudiaste Biología en Georgetown (Washington, EEUU) y luego cursaste un Máster en Epidemiología en Londres.
Beatriz Galatas: Desde el cole tenía claro que quería estudiar biología. No sabría decir el porqué, pero siempre me tiraron más las ciencias. Mi idea era acabar siendo médico, aunque esto no lo tenía tan claro.
A la hora de elegir universidad, me fui a los Estados Unidos. Mi familia siempre ha estudiado allí y me apoyaron a la hora de estudiar fuera de España. Me aceptaron en Georgetown… y allá me fui.
En Estados Unidos el sistema universitario no funciona igual que en España: tú empiezas una carrera más genérica dentro de ciencias y, después del primer año, te especializas. Esto fue perfecto para mi, que no tenía claro si estudiar medicina. Al ver las distintas ramas, llegué a las optativas de biología global y pensé “esto es lo mío”.
Terminé de decidirme al final del primer año, cuando me fui a hacer prácticas a una ONG en Tanzania.
RA.: La llamada de África
B.G.: La verdad es que África me ha interesado desde siempre. En mi familia hemos tenido la suerte de viajar mucho desde que éramos pequeños y siempre he tenido claro que mi trabajo tenía que ser a nivel global. Me importaban sobre todo los problemas de la gente con menos medios: poblaciones vulnerables, mujeres, niños…
Cuando llegué a Tanzania, no vi el uso de ser médico. Bajo mi punto de vista, el problema era tan grande que curar a los enfermos, aunque necesario, me parecía poco práctico. Yo lo veía a nivel poblacional, como grandes problemas en la comunidad que eran necesario solucionar. Y en este contexto, ser médico ─a mi, como Beatriz─ no me iba a llegar.
RA.: ¿Cómo surgió la posibilidad de trabajar en Mozambique?
B.G: Durante la carrera pude hacer bastantes prácticas en diferentes países ─Tanzania, China, Colombia y México─. Con esta visión general, y tras hacer el Máster en Epidemiología, tenía claro que tenía que buscar algo por ahí. Busqué mucho, pero fue Pedro Alonso quien me encontró a mí.
A través de una conexión con la Universidad de Georgetown, Pedro se puso en contacto conmigo y me dijo que me conocía, que sabía que estaba buscando trabajo y que él estaba buscando a alguien de mi perfil.
La decisión fue muy sencilla. Pedro tiene un gran carisma, te atrapa… de hecho mi plan era irme a vivir a Camboya, pero me convenció. Cambié todos mis planes y me fui a Mozambique.
Nota: Pedro Alonso (Madrid, 1959) es un investigador español y experto en enfermedades que afectan a las poblaciones más pobres del planeta. Ha dirigido proyectos en países como Gambia, Tanzania o Mozambique, donde fundó en 1996 el Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM). Sus pioneros estudios le valieron a este último centro, en 2008, el Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional.
Desde 2014, es el Director del Programa Mundial de Malaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
RA.: ¿Cuál era la base del proyecto?
B.G.: La pregunta del proyecto era muy clara: ¿Podemos eliminar la malaria? Sí o no.
En los últimos años, a nivel de malaria global, la visión desde la OMS ha pasado desde un punto de vista de control ─donde el objetivo es bajar el número de muertes y reducir el número de casos en el mundo─ a una visión en la que sufrir muertes ya no es aceptable.
El objetivo es que, en los sitios donde pueda eliminarse, hay que hacerlo. Y se ha demostrado que es posible. En España, por ejemplo, la malaria consiguió eliminarse en los años 60 y son muchos los países que en los últimos años lo están consiguiendo.
RA.: China, México y Sudáfrica podrían ser los próximos, según la OMS
B.G.: Exacto. Hay mucho países que, con este nuevo impulso, están aumentando sus esfuerzos y fechas finales. Varios grupos de expertos de la OMS están siguiendo estos procesos y los resultados son mucho mejores que años atrás.
Pero el gran interrogante es África. Incluso en países como Suazilandia o Namibia, que son países con muy pocos casos y que supuestamente ya deberían de haberla eliminado, no lo hacen. Imagina en zonas más pobres y menos desarrolladas como Mozambique, Congo, Nigeria… en estos países la malaria es brutal y la pregunta continúa.
El proyecto buscaba, bajo el liderazgo de Pedro Alonso, ver si realmente es posible o no.
RA.: ¿Cómo se hace algo así?
B.G.: Decidimos juntar todas las herramientas que existen hoy en día para combatir la malaria: redes mosquiteras, pulverizar las casas con insecticida y tratar a todos los casos. Además, añadimos un componente más innovador, que era la administración masiva de medicamentos a toda la población.
La idea era que si controlabas al mosquito ─reduciendo su población─, tratas a todo el mundo ─con lo que nadie tendría el parásito─ y además los proteges, el ciclo mosquito-humano-parásito se detendría.
Esta era la hipótesis que teníamos. Nunca se había hecho algo así, con tanta preparación, con tanta dedicación y con este nuevo insecticida que estábamos probando. Y dijimos “vamos a hacerlo en Mozambique”.
El proyecto fue aprobado y es lo que hemos estado haciendo durante los últimos años, en diferentes fases y centrándonos en el distrito de Magude, en el sur del país. Y lo que hemos visto es una reducción brutal de los casos de malaria. No se ha eliminado, pero ha bajado bastante.
RA.: ¿Cómo era tu día a día en Mozambique?
B.G.: Yo vivía en Manhiça, por lo que todos los días tenía que trasladarme a Magude, donde está el centro de investigación. Nos levantábamos muy pronto y comenzabas con el trabajo de campo, reuniéndote con los trabajadores que se dedicaban a recoger muestras y datos, distribuir los medicamentos, etc.
Dependiendo de la jornada, salías con ellos a hacer ese trabajo de campo o te quedabas en el centro gestionando distintos procesos administrativos, comprobando los datos del día anterior y asegurándote de mantener una línea regular de investigación.
Al final del día era el momento de reunirse con los trabajadores de campo de nuevo y recoger el material. Luego yo me quedaba unas cuantas horas más recopilando datos y preparando el día siguiente.
La cantidad de trabajo era enorme: estamos hablando de 500 trabajadores de campo. A mí me llamaban “la chica del megáfono” porque me pasaba todo el día hablando a través de uno. Pero todos estos esfuerzos han llevado al éxito del proyecto.
RA.: Y respondiendo a la pregunta de base, ¿es posible eliminar la malaria?
B.G.: La respuesta es a largo plazo. Tú no puedes decir que en dos años vas a eliminar la malaria en lugares como Mozambique, donde los problemas no tienen que ver solo con la malaria, sino con el Ministerio de Salud, las infraestructuras, las condiciones de vida, etc.
Hasta ahora los resultados han sido muy positivos. Estamos en el momento de terminar de analizar todo el trabajo hecho y publicarlo de forma oficial. Hemos demostrado que si hay un compromiso nacional, si el país quiere invertir en acabar con ella, se puede. Y a largo plazo estoy segura de que lo conseguirán.
RA.: ¿Cómo le explicarías la malaria a alguien que no sabe nada de ella?
B.G.: La malaria como tal es un parásito, el cual pasa de una persona infectada a un mosquito que pica a esa persona; y éste pica a otra persona. Básicamente es esto.
Los síntomas en alguien que nunca ha tenido malaria es principalmente fiebre, pero también puede haber diarrea y vómitos. Si no se trata rápido, se pueden llegar a anemias e incluso a malaria cerebral, la cual puede ser mortal.
RA.: Para un turista que viaja a Mozambique, Zimbabue o el Parque Kruger, en Sudáfrica, ¿cómo es el riesgo de contagiarse?
B.G.: Depende del lugar y de la situación, pero es bastante alto. Mi opinión personal y el consejo que le doy a todo el mundo es que no se la jueguen. Los medicamentos preventivos que existen pueden tener algún efecto secundario ─mínimo─, pero es mil veces mejor que tener la malaria y pasarlo muy mal. Y lo digo por experiencia: es lo peor. No merece la pena arriesgarse
RA.: Con estos medicamentos preventivos, ¿es seguro viajar?
B.G.: Completamente. Si te tomas tu Maladrone o Larium diario ─los profiláctivos más populares─, duermes bajo una red mosquitera y usas repelente, no necesitas más.
Nota: hace unos meses en el blog de Rhino publicamos un completo artículo sobre la malaria y cómo evitarla en tu viaje a África.
RA.: Actualmente España está en la vanguardia de la investigación contra la malaria. Pedro Alonso, Beatriz Galatas y muchos otros sois la prueba.
B.G.: La verdad es que sí. Estamos en un gran momento. Sin embargo, la inversión en investigación desde que comenzara la crisis ─sin diferencias en cuanto al partido político en el gobierno─ es mínima e incluso vergonzosa.
La cantidad de dinero que nosotros recibimos ─que es bastante, para un proyecto de este tipo─ no viene de fondos españoles, sino de fuera. Nuestras principales fuentes son la Fundación Bill & Melinda Gates, La Caixa ─dentro de su fundación privada─ y otros grupos europeos.
Son ellos los que verdaderamente apuestan por investigadores españoles por nuestra reputación y los que nos dan la oportunidad de trabajar en este tipo de proyectos. España ayuda, al igual que ISGlobal o la Generalitat de Catalunya, pero al final la mayoría de fondos vienen de fuera.
RA.: ¿Y cómo ha sido la colaboración con el gobierno de Mozambique?
B.G.: Esta ha sido una de las claves del diseño de nuestro proyecto. Durante años hemos ido creando una alianza con distintos colaboradores del ministerio para trabajar sobre la eliminación de la malaria. De hecho, todos mis jefes durante el proyecto han sido mozambiqueños que habían trabajado en el ministerio con anterioridad, lo que nos ha dado facilidades a la hora de interactuar con el gobierno y acceder al programa nacional contra la malaria.
Recuerdo que al principio en el ministerio nos cerraban todas las puertas. No entendían que habláramos de eliminación cuando tenían 8,8 millones de casos al año y más de 14.000 muertes. Les decíamos que había que pensar en la eliminación en ciertas zonas y nos cerraban las puertas.
Poco a poco hemos conseguido no solo que no nos cierren la puerta, sino que haya un objetivo real de eliminación de la malaria dentro del plan estratégico gubernamental.
RA.: Imagino que a lo largo de un proyecto así os habéis encontrado con muchos problemas
B.G.: Como te decía, uno de los principales escollos fue presentar la idea de la eliminación de la malaria en un país como Mozambique. Especialmente cuando llegan dos investigadores que nadie conoce. Pero cuando la OMS habla de eliminación de la malaria, cuando las investigaciones previas dan resultado, cuando hay grupos políticos en África que apoyan la idea, dijeron: bueno, vamos a tomarlo como algo factible.
A nivel de investigación, los problemas son los que te esperan en cualquier lugar como Mozambique: carreteras imposibles, malas comunicaciones, falta de electricidad y de conexión a internet… son problemas que teníamos en cuenta y contra los que poco se puede hacer.
Y luego, en cuanto a la comunidad… los mozambiqueños son de lo mejor. A pesar de un inicio complicado, nos han acogido con mucho cariño, se han mostrado muy colaborativos y ahora mismo nos consideran parte de la comunidad y de sus sistemas de salud.
RA.: Tras cuatro años viviendo allí, ¿qué opinión tienes de Mozambique?
B.G.: Es un destino espectacular. Sin duda, uno de los países más bonitos en los que yo he estado en mi vida. Y la gente, como ya he dicho, es maravillosa. No se puede no ir.
Para mí, el único problema a la hora de hacer turismo en Mozambique son las carreteras. Hay lugares que incluso con un 4×4 son difíciles de alcanzar. Pero una vez consigues llegar allí, es 100% recomendable.
RA.: Una de las características del turismo en África es su sostenibilidad. La mayoría de propiedades invierten en conservación y en cuidar del entorno, siendo una parte muy importante de su filosofía. ¿Crees que el turismo es importante para Mozambique?
B.G.: Sí, sin ninguna duda. El lobby turístico es importantísimo y Mozambique tiene un potencial turístico enorme.
La malaria es una de las razones por las que la gente no visita el país. Y no me refiero a europeos o americanos, cuya preocupación es menor al tomarse sus pastillas. Me refiero, por ejemplo, a la población sudafricana.
Precisamente el sector turístico de este país ha impulsado muchas de las iniciativas para eliminar la malaria en el sur de Mozambique (donde ambos países hacen frontera). Esta zona, de hecho, tiene unos niveles de enfermedad más bajos por los esfuerzos hechos por el gobierno para no perder turismo.
RA.: ¿Cual es el futuro de Beatriz Galatas?
B.G.: Por el momento estoy en Lisboa terminando el doctorado, aunque cada tres meses vuelvo a Mozambique, donde el proyecto sigue en marcha con otros investigadores.
Cuando termine el doctorado, veremos. He dedicado los últimos años de mi vida a estudiar y combatir la malaria y la verdad es que, una vez que te haces experto en algo, es muy bonito ver cómo va creciendo. Es un mundo muy pequeño, pero a la vez tiene muchísimas preguntas por resolver. Me gustaría seguir en esta dirección, lo cual puede implicar volver a Mozambique o a otra parte del mundo… lo tengo abierto.
Si quieres saber más sobre este proyecto, puedes hacerlo a través de la página web de ISGlobal. En una de sus últimas entradas, explicaban cómo está siendo la recta final del proyecto y los (muy positivos) resultados obtenidos tras muchos años de investigación.